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Banes Capital Arqueológica de Cuba

Banes Capital Arqueológica de Cuba

Los sitios ubicados en el Área Arqueológica de Banes han sido reconocidos como evidencia de una las expresiones más potentes del desarrollo de las comunidades agricultoras ceramistas en Cuba, aportando por muchos años aspectos básicos para su caracterización a nivel de la Isla.
Juan Pérez de la Riva consideró a esta zona como la de más alta demografía en el archipiélago. Aguas Gordas, 10 km al este de El Chorro de Maíta, es uno de los contextos de base meillacoide más tempranos de Cuba. Plantea un patrón de asentamiento en alturas, y a cierta distancia del mar, muy diferente al de las locaciones sureñas, que se proyectara en el tiempo constituyéndose en rasgo distintivo de la presencia indígena en esta área y en gran parte de Cuba. A nivel económico, rasgo también de este patrón, se caracteriza por el manejo de diversas fuentes de recursos alimentarios, siempre con un componente marino significativo.

Hay indicios de un fuerte crecimiento demográfico en los sitios más tempranos de Banes desde los cuales se generan desplazamientos hacia lugares cercanos, conformándose agrupaciones de sitios marcadas por cierta identidad zonal. Esta se sostiene en la similitud de determinados aspectos culturales, y en su ajuste a entornos geográficos específicos dentro del área. Los sitios más antiguos, siempre los de mayor tamaño, se mantienen en uso durante varios siglos concentrando materiales de carácter ceremonial y suntuario, detalle interpretado como expresión de una creciente complejidad social y liderazgo territorial, en clara consolidación durante el siglo XV DC. Se reconocen tres agrupaciones de sitios, delimitadas aparentemente por accidentes geográficos: una en el lado este (Banes), otra en la zona Samá-Río Seco, en la parte centro norte, y la 78 de Yaguajay, en el extremo noroeste. Las 25 locaciones arqueológicas de agricultores identificadas en esta última se ubican entre la costa y las laderas este y norte del Cerro de Yaguajay, un espacio de alrededor de 50 km² con la mayor densidad de sitios de toda el Área Arqueológica de Banes, tanto para los de esta filiación cultural como para contextos arcaicos.
El conjunto de sitios de la zona de Yaguajay sigue un orden de verticalidad que comienza con contextos habitacionales, ubicados mayormente en elevaciones, siempre en terrenos muy fértiles; El Chorro de Maíta se halla en la posición más alta. Continúa con paraderos o campamentos, situados entre la costa y los sitios de habitación, y termina con algunos pocos asentamientos habitacionales y paraderos, sobre el litoral. Tanto en las alturas como en la llanura costera aparecen cuevas de uso funerario y en algunos casos ceremonial. La habitación en la costa -sitios Cementerio de Guardalavaca y Punta de Pulpo- se especializó en la explotación marina y quizás pudo garantizar el control de esta área básica de recursos y con ella la salida al mar de los grupos interiores. Los vestigios de pescadores-recolectores, muy próximos a estos sitios agricultores, son un indicio de lo temprano de la ocupación del lugar, quizás a partir del interés por aprovechar sus recursos naturales
La subregión de Banes dentro del paisaje geográfico de la región nororiental de Cuba, presenta características singulares que hicieron de ella en todos sus aspectos un espacio excepcional para la habitación humana, en especial la de los grupos de aborígenes practicantes de la agricultura con una composición social comunitaria de habitación aldeana y evolucionada cultura neolítica.
La ocupación de los aborígenes agricultores aruacos del área arqueológica de Banes constituye una de las más grandes y fuertes expresiones de las sociedades precolombinas en Cuba. Estos aprovecharon todos los recursos naturales que le posibilitaba la subregión, privilegiada por su riqueza, que le permitía asentamientos aldeanos a una equidistancia apropiada entre las zonas óptimas para la caza, la recolección y la pesca, así como para el desarrollo de la agricultura, con un medio fértil, y la existencia de ríos con abundante agua potable. Solamente este ecosistema explica la concentración de gran habitación humana.
Esta es una de las regiones cubanas de más antigua y prolongada habitación humana, evidenciado en más de un centenar de sitios arqueológicos, pertenecientes a la cultura subtaína que han sido estudiados.
Los asentamientos se situaban en la cúspide de los cerros de no mucha altura y con una aguada abundante a poca distancia. Las casas estaban, casi siempre, distribuidas en forma más o menos circular dejando una plaza como área central, y estas promediaban alrededor de díez. Los sitios que evidencian contacto indohispánico se encuentran tierra adentro, generalmente a más de 3 km de la costa.
En 1929 se iniciaron las excavaciones e investigaciones que se han extendido hasta la actualidad. Las mismas han reportado la existencia de sitios con filiación preagroalfarera y agroalfarera, además ofrecen una visión de las características de la cultura material y espiritual de los aborígenes que habitaron esta zona.
El Dr. José Manuel Guarch del Monte, teniendo en cuenta que existen diversas periodizaciones y clasificaciones de los primeros habitantes de la Isla, plantea una estructura atendiendo a los aspectos económicos y su evolución general. Por lo que se toman las dos grandes etapas que – se estima – caracterizan la historia de las comunidades aborígenes cubanas:
.- Comunidades gentilicias primitivas (economía de apropiación).
.- Comunidades gentilicias desarrolladas (economía productiva).
Para el caso de Banes se manifiestan las características de sus primeros habitantes en correspondencia con las mismas. En la etapa de una economía de apropiación los aborígenes se dedicaron a actividades subsistenciales, dependientes de la caza, la pesca y la recolección; mientras que en la economía de producción la agricultura se convirtió en la actividad económica fundamental.
En algunos sitios se han localizado evidencias indicativas de la fusión de elementos culturales de la etapa de economía de apropiación y de la de producción, en el contexto de lo que los arqueólogos han denominado variante cultural Baní.
En la etapa de la economía de producción se observa una intensificación en el número de determinados artefactos o instrumentos de trabajo como es el caso de la cerámica en vasijas, los burenes, los raspadores de concha para la corteza de la yuca, las hachas petaloides y ocasionalmente los sumergidores de redes. Sin embargo, los instrumentos líticos: martillos, trituradores y morteros disminuyeron.
Banes alberga una de las agrupaciones arqueológicas agroceramistas más importantes de toda la Isla. Entre los residuarios reportados se destacan algunos de los más tempranos del país y la mayoría de aquellos donde es posible encontrar evidencias del contacto indohispánico. La cerámica es monocroma y oscila, por lo general, entre el color pardo oscuro y pardo claro, algunas veces se presenta de color rojizo. En los tipos de diseño existen diversas variaciones, determinadas por la amplia gama de combinaciones, repeticiones y disposiciones diversas, en algunos casos con gran complejidad, muestran diversas decoraciones incisas en paneles y un desarrollo particular de las asas. La forma de las vasijas no fueron muy variadas, predominan las ollas.
Los estudios arqueológicos realizados por el Departamento Nororiental de arqueología en la década de 1990, corroboran los criterios de Irving Rouse sobre la posición estatigráfica de los hallazgos ya que los sitios El porvenir y Chorro de Maíta presentan restos europeos de los siglos XV y XVI en los niveles superiores, mientras que Esterito y Loma de la Campana poseen más de un fechado radio carbónico que fija su habitación en el siglo XV, lo que ayuda a entender la claridad en las posiciones estatigráficas de las decoraciones incisas del conjunto de residuarios y reafirma su sentido cronológico.
Al igual que en el resto de las comunidades subtaínas de Cuba, las cuevas fueron empleadas para fines eminentemente funerarios. En muchos casos no parece existir “entierros”, sino que arrojaban a los muertos en ellas, en ocasiones acompañados de ofrendas, entre las que predominan los ídolos de piedras o de conchas.
En cambio en la zona de Yaguajay, a pesar de existir cuevas, se reportan también sitios de enterramientos, como El Porvenir y el Chorro de Maíta – que reporta abundante material arqueológico aborigen y numerosos objetos de uso ceremonial y adorno corporal, elaborados en piedra, hueso y concha. En ambos sitios aparecen claras evidencias de contacto indohispánico. Los entierros, estaban acompañados de ofrendas “tipológicamente diferentes, variadas o excepcionales”.
En el sitio El Porvenir, uno de los entierros encontrados contaba con varias piezas de cerámica, incluyendo ceramios españoles rotos, pero reparados con la finalidad de que sirvieran de ofrenda. En cuanto a las posiciones de los enterramientos, por lo general fueron flexadas, unos con el tronco decúbito supino y otros de costado.
En el sitio Chorro de Maíta fueron encontrados además de todas las posiciones reportadas hasta ese momento, variantes no recogidas con anterioridad, lo que trazó nuevas interrogantes para el estudio de las ceremonias funerarias. No existe uniformidad en la dirección de los enterramientos, aunque el mayor porciento de los cráneos se encuentran situados en el cuadrante norte – oeste. Esto determinó el criterio del Dr. Guarch cuando planteó que “al parecer, tuvieron alguna razón ritual para colocar los cadáveres preferentemente en estas direcciones”.
Las posiciones también manifestaron variantes pues la mayor parte de los esqueletos aparecieron de cúbito supino, unos con las piernas extendidas y otros flexadas. Además de encontrarse algunos en la posición típica conocida, con el cuerpo de lado y las piernas flexadas.
El que no se haya observado homogeneidad con respecto a la orientación y a la posición de los esqueletos en este cementerio y los valores obtenidos para determinadas formas de enterramiento, indican que no se trata de hechos casuísticos, sino la práctica de tradiciones funerarias del grupo; algunas irregularidades pudieron deberse a la inserción de nuevas tradiciones en medio de profundos cambios socioculturales.
Este sitio resulta de gran importancia por la cuantía de los enterramientos y por su condición como área únicamente dedicada al culto funerario en forma masiva y continuada. Unido a que muy pocos entierros poseen ofrendas, mientras que un gran número de ellos posee adornos personales, que se presentaron mayormente en los cádaveres femeninos. El Dr. Guarch lo consideró “el mejor catálogo y fuente evidencial para el estudio de las manifestaciones de culto funerario de los aborígenes agricultores cubanos”.
La aparición de metales en los hallazgos arqueológicos de las Antillas no es frecuente. Sin embargo, en Banes y de manera particular en el Chorro de Maita, relacionado con un conjunto de objetos que quizás formaban uno o varios collares, y que incluían guanines, cuentas de perlas y de cuarcita, aparecieron dos cuentas cilíndricas de oro, de sólo 2 mm de diámetro, probablemente elaboradas usando pepitas de origen aluvial. Son las únicas piezas de oro que no mantienen el patrón laminar.
La joya más espectacular encontrada en el Chorro de Maita es el ídolo de oro, de 10 quilates, con aleación de oro-cobre-plata, de 3,5 gramos de peso y 23 mm de altura. Representa una cabeza de ave estilizada, poco reconocible, aunque algunos investigadores la identifican con Inriri Caubabayael, que es un mítico pájaro carpintero que abrió el sexo femenino a los seres asexuados del mito antillano convirtiéndolos en mujeres que originaron parte de la etnia Arauca antillana. Es una joya muy elaborada, muestra la exquisitez del orfebre. Es una pieza singular en su morfología para el arte aborigen caribeño.
También en ese mismo cadáver se exhumaron 4 pendientes en forma de láminas petaloides trapezoidales forjadas en oro-plata-cobre de 10 quilates. En otros sitios de Cuba se han encontrado láminas muy similares pero no con esa concentración. De igual forma apareció un pequeño cascabel de guanín con una aleación de oro-cobre-plata.
Todas esas piezas de oro encontradas en el Chorro de Maita, al parecer formaban parte de un collar.
El ídolo de oro, encontrado en el año 1947, en el sitio Santana Sarmiento de Yaguajay, hecho con la técnica de forja. Utilizado como ofrenda a la diosa Atabey, símbolo de la fertilidad, refleja a una mujer desnuda de cuerpo que soporta sobre su vientre una vasija y cuya cabeza es adornada con plumas a manera de penachos y las orejas en forma de espiral. Representa la vida a través de una mujer boca cerrada y ojos en forma de granos de café. Es un ídolo decorativo donde se utiliza el oro de 10 quilates producto de una aleación de oro y cobre.
Es muy representativo el ídolo Maquetauro Guayaba que encarna importantes elementos relacionados con la vida y la muerte, el cual está fabricado a partir del eje central del Strombus Giges(cobo), material muy utilizado por nuestros primitivos para la confección de artefactos; este ídolo fue declarado como símbolo de la ciudad en el año 1985. Tal vez por habitar muy próximos al mar y a los ríos, nuestros primitivos habitantes utilizaron abundantemente las conchas como materia prima para la fabricación de sus artefactos luego de extraer el animal y aprovecharlo como alimento, es por ello que en todos los sitios arqueológicos de la región podemos encontrar abundantes restos de material de concha. Así fue, que por el uso de la concha se determinó que el ídolo símbolo de la ciudad fuera uno precisamente elaborado con este material.

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